viernes, 22 de febrero de 2013

Buenas intenciones



 Con los exámenes acabados (y, de momento, aprobados) llega ese período extraño en el que pasas de no tener tiempo para hacer todo lo que debes hacer a mirar al techo y preguntarte qué vas a hacer con toda la tarde por delante.

Así que, por primera vez en (no tengo ni idea de cuántos, pero muchos) años, me he propuesto unas metas y una rutina para conseguirlas: primero, estudiar alemán por un tubo, porque aunque haya aprobado, la sensación de “¿pero qué coño me están preguntando en este ejercicio?” me ha dejado una sensación de apuro de lo más desagradable.

En segundo lugar, estoy pensando en preparar por libre las pruebas de avanzado en inglés y de intermedio 2 (un nivel por encima del que estoy ahora en francés). Lo que significan 4 exámenes de alemán en junio, 8 de francés y otros 4 de inglés. Una exageración, pero siempre me queda la opción de ir a clase en verano (algo tengo que hacer si no surge algún trabajillo) y presentarme a algunos de los exámenes en septiembre.

Mi psicóloga (con la que tengo que ir a consulta la próxima semana), me va a decir que es una exageración, que me voy a agobiar y a estresar y, sobre todo, que ocuparé tanto mi vida estudiando que no tendré vida social alguna. Cosa que, desde luego, prefiero mil veces, pero que da igual lo que yo quiera o no, tengo que tenerla. Por el bien de mi salud mental (la poquita que me queda).

Es un asco. Quedar con alguien para tomar un café es un esfuerzo que concentra todas mis energías. Si, por ejemplo, quedamos un jueves por la tarde, voy a estar toda la semana pendiente del puñetero café, detestando la idea de ir, queriendo anular la cita a todas horas y cobardías por el estilo. Pero no puedo ceder a la tentación, porque la pereza por quedar se convierte en una especie de asco, después en un problema grave y finalmente en una imposibilidad. Así que me voy a “agarrar los machos” y voy a mandarle un mail a una compañera de clase para quedar esta semana. Así podré darle una de cal y otra de arena a mi psicóloga.

Y el tercer, que no último, propósito es adelgazar. Seriamente. Me siento vieja, torpe con estos kilos de más. A veces me veo en los espejos al pasar y no me reconozco: ¿en serio esa bola marrón soy yo? ¿Cuándo me ha pasado esto?

Y debo reconocer que llevo años dejándome ir en todos los aspectos. Verdad es que cuando no consigues levantarte de la cama o lavarte los dientes, la idea de hacer ejercicio es ridícula, pero ahora sí puedo hacerlo, puedo decidir quedarme con estas pintas (o, Dios no lo quiera, empeorar) o intentar mejorar.

Así que esas son mis cuentas de la lechera para estos meses. Se abre libro de apuestas sobre cuántas buenas intenciones dejaré en el camino.

1 comentario:

  1. La verdad que son demasiados exámenes... pero si tú sientes que puedes sacarlos adelante, o por lo menos intentarlo... adelante.

    Lo de quedar con la gente... a mí también me pasa, casi nunca salgo y a veces cuando me llaman para salir voy sin ganas, pero salgo para hacer algo diferente a permanecer con la baba colgando delante de la pantalla del ordenador. Aunque sea una vez al mes, algo es algo. Intenta pasartelo bien!

    Y lo de adelgazar... tomatelo con calma, no te pongas "metas imposibles" porque te vas a cansar... A mi me pasa hasta con metas realistas así que... qué te voy a decir jajaja

    ResponderEliminar