jueves, 28 de febrero de 2013

Ser normal es agotador

Hoy he quedado para tomar un café, acto habitual de la mayoría de la gente, algo que en mi caso casi hizo que mi madre escupiera la sopa cuando se lo dije a mediodía.

Así que salgo de casa por la tarde, expresamente para tomar ese café, cojo el bus, voy al centro y hablo con mi compañera. Nos despedimos, camino de vuelta a casa, ceno, me ducho y me tumbo en el sofá. Agotada. Como si mi día hubiese durado cuarenta y ocho horas.

Es el fingir ser normal, el no hablar de la tristeza, la abulia, la melancolía y las pequeñas decepciones del día a día que debería saber manejar y me superan. Es el no ser capaz ni de leer el periódico porque siempre hay alguna noticia que me lastima como si me ocurriese a mí directamente. Tapar todo eso y fingir una normalidad que no sé muy bien cómo funciona resulta arduo. Y no hay recompensa.

Día sí y día no me voy cansando cada vez más de este juego. Del intentar y del fingir, esperando que en algún momento la mentira se haga realidad. Pero eso no ocurre nunca.

En fin, hay días en los que me llevo algo bueno (un libro, una serie, una película, una canción,...) y luego están el 99% de los días restantes, en los que me voy a dormir cansada, muy cansada, con sensación de vacío y ganas de dejar de intentarlo.

Lo curioso de esta puta depresión es que si lo intentas, mal; pero si no lo intentas, todavía peor.

1 comentario:

  1. No finjas ser lo que no eres, simplemente sé como eres. ¿Que quieres hablar de la tristeza? Pues hazlo, seguro que te hace bien hacerlo... No sé, no puedes pasar toda la vida siendo lo que el resto quieren que seas, sé como eres y punto, no? Con tus rarezas, defectos, virtudes... Todo el mundo tiene sus cosas, así que sé como eres, porque seguro que eres una tía de puta madre!

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