sábado, 3 de agosto de 2013

Esta semana

Hoy he tenido el día "raro". Después de escribir la entrada anterior sentí un enorme alivio, como si me hubiese sacado un peso de encima. Quedé con una amiga (la única persona que he conocido que lee tanto o más que yo, tenemos un vicio con los libros...). Le conté mi vida de este último mes que no nos habíamos visto. En realidad me lo paso muy bien cuando quedamos: siento todavía cierta ansiedad antes de salir de casa, sigo pensando "oh, ojalá no tuviese que ir". Y después nos pasamos cuatro horas hablando como cotorras. Y realmente me sirve para desconectar.

En general esta semana tuve mucho contacto social: mi mejor amiga cumplió años, quedé con Susana para tomar ese café y hace un par de días vino mi prima favorita, toda la tarde contándonos nuestras vidas y miserias. 

También he reconectado con la gente del Facebook. Esta última temporada sólo lo usaba para chatear con una persona y esta semana me dio por cambiar de actitud radicalmente y les mandé mensajes a casi todos mis amigos. Me sigue sorprendiendo que con determinadas personas, pese a que hace años que no nos vemos, podamos tener una conversación natural, como si nos hubiésemos visto ayer. Así que he reconectado con casi todos, hemos quedado en vernos pronto (aunque eso ya es más difícil). De todas formas es agradable volver a hablar con gente con la que perdiste el contacto hace años, y que encima conocí cuando estaba hundida en la miseria, y no sólo guardan buen recuerdo de ti, sino que se muestran dispuestos a volver a vernos y contarnos nuestras vidas. Necesitaba ese empujoncito que te da el sentirte apreciada.

También he vuelto a toda mi actividad con las protectoras, pensando que, donde la gente te puede fallar, un animal nunca te decepciona. Mi situación en las asociaciones de protección de animales de mi zona es un poco confusa: me gustaría implicarme al 100%, ser voluntaria para todo lo que necesitasen y además sé que sería algo que me llenaría a nivel personal. Pero luego están todos esos sentimientos que no logro controlar y que aparecen cada vez que veo algún animal sufriendo: quiero, literalmente, sacarle el dolor, darle una casa, comida, seguridad, que sea feliz. Todo lo que un voluntario quiere darles, pero que yo necesito ofrecerles. A todos los animales. Cosa que es imposible, claro y que me lleva a una profunda crisis de autoestima ("¿qué clase de persona da la espalda a un animal indefenso que busca ayuda?"), pero en el día a día de las protectoras, hay que hacer esos sacrificios, ayudar a algunos y dejar a otros, porque los medios (humanos, técnicos, económicos) no llegan. Y yo sufro indescriptiblemente cada vez que algo así sucede.

Pero cuando estoy en una situación emocional más o menos buena, siempre intento echarles una mano, en plan agente libre más que voluntario. Por ejemplo estos últimos días he estado buscando a un gatito que se perdió por mi barrio, tan sólo para encontrarme una pequeña colonia de tres gatos (enfermos, malnutridos, maullando constantemente a cualquier humanos que se acerque como pidiendo ayuda). Se to transmití a la protectora, pero me dijeron que no se pueden hacer cargo: sólo tienen instalaciones para perros y los gatos que acogen son llevados a familias de voluntarios. Y están todas llenas. Así que no pueden hacer nada.

Y así he llegado al día de hoy: después de tres días buscando al gato extraviado, saliendo de casa pensando que lo encontraré, volviendo a ella sin el gato que iba a "rescatar" y sabiendo la situación de otros tres que tampoco podré salvar. Es descorazonador y realmente me entristece. Y sé que esta forma de ser tan poco práctica y razonable está en mi ADN, así soy yo, para bien o para mal, y las crueldades de esta vida tendré que verlas pasar por mi lado sin poder hacer nada. Y duele.

Por eso estoy un poco triste, un poco cansada. Hora de no cargar sobre mis hombros más responsabilidades, aceptar que lo único que puedo hacer es alimentar a esa colonia y seguir echando un ojo por la zona buscando al gato perdido. Y despegarme emocionalmente del resto, de todo eso tan horrible que pasa constantemente en cualquier parte y que no puedo arreglar por mucho que lo desee.

Este lunes comienzo a estudiar alemán, para la convocatoria de septiembre. He quedado con una compañera de mi curso de francés para tomar algo. Empiezo a seguir una serie de vídeos para ponerme en forma (gradual y suavemente, porque estoy muy oxidada). Tengo tres libros nuevos más dos que me dejó Susana para leer este mes. 

Y, ¡ah, sí!, el 16 de este mes viene mi hermano de vacaciones... creo que no os conté cómo transcurrieron las vacaciones del año pasado... resumiendo: fueron horribles, el peor mes de agosto que recuerdo (un día con más ánimo os lo cuento). Así que prepararemos las defensas, a ver como va este año. Yo intenté convencer a mi hermano de venir sólo 15 días (porque hasta mi madre puede comportarse como una persona normal durante quince días) y creo que al final viene casi un mes... yo encantada de verle y estar con él, claro, pero no quiero una repetición del año pasado.

2 comentarios:

  1. te leo y parece que lo he escrito yo, me pasa igual con los animales. De hecho, queria estudiar veterinaria y me alegro de no haberlo hecho porque seria incapaz de trabajar en eso, ver constantemente animales sufriendo, o tener que sacrificarlos... bufff me puede eso. Me alegro de que empieces a salir mas y que te lo pases bien! :)

    ResponderEliminar
  2. Sí, ojalá pudiese ser más parecida a como me gustaría ser en lugar de quedarme siempre con la impresión de ser una copia barata y de mala calidad... al final voy a alimentar a los gatos cada día, pero procuro no verlos... porque me pondría tan mal que no volvería.
    ¿Qué clase de buena persona es así de egoísta, así de débil?
    En fin, mejor no pensar en ello y actuar como si no doliese tanto.
    Gracias, como siempre, por comentar. Me alegras el día, de verdad.
    Un beso!

    ResponderEliminar